Diálogo con Sara Uribe y Daniela Rea

El 29 de agosto tuvimos el placer de conversar con dos prolíficas escritoras: Sara Uribe y Daniela Rea. Una de sus más valiosas contribuciones fue el invitarnos a habitar la escritura de otra forma, de una forma que nos permitiera emplearla como herramienta ante la violencia política. ¿De qué está hecha esa escritura como espacio de resistencia? De un hacer en comunidad. La escritura como trinchera desmitifica el ejercicio solitario en el que se encierra a la escritora y ayuda a (re)pensar la posibilidad de una escritura comunitaria.

La escritura comunitaria asume la responsabilidad de nombrar nuestro presente para construir registros que narren las experiencias borradas y las violencias del pasado para visibilizar las condiciones de nuestro presente. Esta escritura es una manera de acercarnos a nuestra propia experiencia y a las de las otras. También es un espacio de resistencia en el que el reconocimiento opera cuando la narración de una permite a la otra encontrar(se) y generar nuevas escrituras y contranarrativas que le ayuden a nombrar lo que antes se le había prohibido o se le había negado.

Sara confesó que, si ha de poner la esperanza en algo, será en las contranarrativas, ya que su potencia radica en cómo registran experiencias para la construcción de una vida en común desde criterios otros; criterios que nos acercan, que nos hermanan, para recordarnos que podemos llegar a cualquier lugar, aunque se nos haya negado; que podemos imaginar otras formas de habitar el futuro, a pesar de las fuerzas que nos amenazan y nos violentan. A esto, Daniela complementó que las escrituras que no queremos son aquellas que oprimen, que tachan, que olvidan y que desaparecen: las escrituras del Estado.

Sara nos aseguró que es la honestidad la que encamina a diálogos profundos que, mediante la escritura y la lectura, nos acercan éticamente a las experiencias del dolor propio y del ajeno para hacerlos resonar. La empatía sincera funda la seguridad en la escritura comunitaria: nos atrevernos a nombrar sin sentirnos expuestas porque hay otras mujeres que nos acompañan y nos cuidan al nombrar nuestros horrores. Son el acompañamiento y el cuidado en la escritura los que contrarrestan la violencia, ya que, al caminar juntas, nos resignificamos y nos comprendemos desde otros lugares.

Ante esta nueva forma de pensar el ejercicio de escritura, Daniela nos preguntaba “¿qué implica acompañar? ¿resistir o curar?”. Se trata de un acompañamiento mutuo, que ambas nos necesitamos porque ambas somos vulnerables. A veces al acompañar será necesario resistir, curar, a veces sólo silenciar y escuchar a la otra: acompañar es un verbo que se va construyendo mientras está sucediendo.

Sara y Daniela nos invitan a contar y escribir historias juntas, nuestras historias; nos invitan a construir nuevos puentes comunes de significados otros que reconfiguren lo que hay y lo que está por venir. Nos invitan a tomar la palabra, a no tener miedo de nombrarnos porque estando juntas nada es imposible.

Por Nohemí García y Astrid Dzul