Diálogo con Francesca Gargallo: pensando aquí y ahora la memoria y el feminismo.

A modo de introducción, Silvia L. Gil reflexionó sobre la filosofía como una serie de procesos inmanentes, es decir, que está dentro de los procesos vitales y dialoga con los hechos, de tal modo que es capaz de diagnosticar nuestro presente. Ante las imágenes de las múltiples movilizaciones que nos involucran directa o indirectamente donde el cuerpo y la palabra se juntan, surgen las interrogantes: ¿Qué nos están enseñando? ¿Qué nos están visibilizando?

Teniendo presentes las imágenes de las movilizaciones que encarnan y apalabran problemáticas invisibilizadas, en nuestra sexta sesión, Francesca Gargallo nos enriqueció con ciertas consideraciones en torno a las subjetividades, la violencia, el poder, el miedo, el olvido, el presente y al papel del feminismo dados estos factores que repercuten negativamente en las posibilidades de pensar alternativas ante el conflicto de la vida contemporánea.

Francesca afirma que la construcción de subjetividades se da en términos de miedo al poder y a la violencia; esta última se articula y direcciona a partir de los falsos discursos de liberación, en los cuales no existe la posibilidad de pensar en alternativa alguna. La historiadora de las ideas se cuestiona sobre qué otras cosas hay en nuestro presente que no sean las violencias contra la vida: aquellas que surgen a partir de la explotación de la fuerza de trabajo, de los salarios, de la hiperespecialización, y del medio ambiente. La escritora feminista asegura que es imposible seguir creciendo de la manera en que lo hacemos, porque no hay una garantía del desarrollo donde, prueba de ello es que la crisis civilizatoria es una crisis de la no-justicia. Por lo tanto, hay que buscar otras maneras de producir la justicia.

Pensar nuestro presente es fundamental: el “ahora” es el único tiempo donde podemos actuar, es fruto de la intersección de procesos históricos que se explayan en el presente y que no son inevitables (donde estamos, no es inevitable). En este sentido, la hiperespecialización es uno de los grandes problemas contemporáneos: es una forma sutil de violencia ideológica donde nunca hay tiempo para ubicarse en el “aquí y ahora” ni para la reflexión propia ni común con los que nos rodean. De igual forma, la pensadora considera que el internet es responsable de que no tengamos tiempo para pensar: dicho tiempo no es ni rápido ni lento ni aburrido, sino el necesario para vivir. Estas son unas de las formas en las que el poder construye nuestra inconsciencia.

Por lo tanto, el mayor riesgo de una mujer es olvidar el propio presente que cada tiene, producto de un proceso de vida y conformado por las relaciones con otros. Negar la importancia de la memoria y desatender documentos testimoniales, como los provenientes de los periódicos, fotografías, cine, literatura, etc., imposibilita la generación de una memoria colectiva; igualmente, nos impide dar cuenta de la expropiación de tierras y de la privatización de los conocimientos colectivos. Olvidar, ya sea por los medios de información o por falta de tiempo para reflexionar, nos deshumaniza y nos desubica.

Ante este panorama, Francesca nos invita a pensar el feminismo como un espacio donde nuestras diferencias son puestas al servicio de las demás, con la finalidad de llevar a cabo un constante ejercicio de diálogo sin jerarquías para construir una red de saberes. De igual manera, nos invita a darle espacio a la oralidad, no sólo a la escritura, y otorgarle valor a las palabras que se ponen en circulación.

Afirma que el mundo nos vuelve a importar cuando nuestro presente lo leemos como algo irreductible a las formas de construcción de subjetividades que el poder impone violentamente. Francesca nos incita a fortalecer nuestras desobediencias y a no tener miedo a la redefinición de los valores contrainsurgentes de la vida porque, ¿cómo reconstruimos nuestra humanidad, que nos es común, a partir de nuestras múltiples diferencias?

 

Por Astrid Dzul Hori