Diálogo con Sylvia Marcos: hacia una subjetividad colectiva

La tradición filosófica predominante nos ha enseñado que la Filosofía es abstracta, que lo importante es el alma y no el cuerpo, la mente y no la materia, lo universal y no lo particular, lo necesario y no lo posible, cuanto más desapegada a la realidad mejor. ¿Acaso no es hora de (re)pensar los cuerpos, las experiencias, lo concreto, la real?  Este seminario se encuentra en un marco filosófico, pero no bajo discursos abstractos, dialogaremos sobre acontecimientos que irrumpen y que nos obligan a (re)pensar las categorías de  nuestro tiempo.

En esta nuestra segunda sesión del seminario tuvimos el honor de conversar con Sylvia Marcos. Quién nos compartió la tarea de su vida: una visión sobre lo decolonial y su compromiso con el zapatismo. Comenzó hablando sobre la necesidad que tenemos de decolonizar nuestro pensar, nuestra mirada, para sólo así romper con el etnocentrismo y poder  tener miradas nuevas hacia el mundo indígena. También nos invitaba a romper con el sectarismo que sufren algunos movimientos sociales que están en resistencia, porque si queremos que el mundo se transforme es necesario formar una colectividad amplia que funcione sin limitantes, sin exclusiones.

El diagnostico que nos presentó sobre el tiempo actual tenía que ver con el miedo con el que vivimos, con el periodo de desigualdades, con la precarización laboral, la sobre explotación de lo femenino, el aumento de feminicidios, la crueldad con la que se violentan los cuerpos femeninos, la violencia que sufren las mujeres migrantes, el despojo de tierras que sufren mujeres indígenas, y todas las nuevas formas de violencia. Hay algo profundamente mal en nuestro tiempo.

Sin embargo, Sylvia nos invitaba a posar la mirada donde hay esperanza, porque sí que la hay, donde haya algo positivo que se esté construyendo. Por ejemplo, la irrupción masiva que hubo el pasado 8 de marzo muestra que las mujeres a nivel internacional nos estamos organizando cada vez más para formar articulaciones que irrumpen los tejidos sociales enfermos y destructivos.

Concretamente  aquí en México, decía Sylvia, las 9 mil mujeres que se presentaron en el encuentro organizado por las zapatistas el 8 de marzo. Encuentro en el que las zapatistas se dieron cuenta de la diversidad de mujeres, de pensamientos, de feminismos, pero que con lenguaje metafórico daban cuenta de la diferencia y apelaban al lugar común que existe en la pluralidad de feminismos: la lucha, todas somos mujeres y todas luchamos, así que somos iguales. El zapatismo “hace los linderos de la teoría feminista pero la hace de otro lugar y la hace con otra terminología”.

Nuestra invitada retomó a las zapatistas para explicarnos las claves teóricas y prácticas para pensar hoy  la transformación. Pues ellas afirman que las grandes transformaciones no comienzan con hechos monumentales, sino con movimientos pequeños. De ahí reflexionó sobre la labor de las académicas, afirmando que sus aportaciones deben tener una metodología procesual participativa. Es decir, el aporte debe contribuir a los movimientos sociales para que éstos puedan reflejarse, puedan nutrirse y puedan afianzar sus objetivos de lucha y defensa. Invitó a la academia a posar la mirada en el proceso que  va entretejiendo cada movimiento, tomando en cuenta su propia subjetividad: una subjetividad colectiva.

Al final de su intervención nos habló de qué significa para ella el feminismo. Éste como una propuesta ética-política, en la cual renovamos cuando pensamos y hacemos cuando recuperamos los retazos que sobreviven de la tradición mesoamericana. Tradición entendida no como lo que aún permanece del pasado, sino como aquello que sobrevive. Porque ahí es donde podemos encontrar conocimientos, pensares, haceres, que podríamos adaptar a nuestra situación actual y así hacer algo con las múltiples violencias que nos aquejan. Nos invitó a romper con nuestro etnocentrismo para retomar propuestas que emergen de las zapatistas, colectivizarlas y transformar nuestra situación.

En el diálogo que se dio después de la ponencia de Sylvia acordábamos la importancia de afirmarnos, de aprender a decir de otro modo.  También, retomamos a las zapatistas como ejemplo de micropolítica -revoluciones de vida-, pues revolucionan la idea de qué es vivir, cómo podemos vivir juntos y juntas. Pero ¿cómo le hacemos nosotras las que vivimos en una zona urbanizada para que esas revoluciones que empiezan de “abajo” no se aíslen y puedan tocar lo que está “arriba”?  ¿cómo le hacemos si nosotras parece que no tenemos un territorio dónde situarnos a diferencia de las compañeras zapatistas?

 De ahí, acordábamos la necesidad de crear colectivos sin sectarismos, de pensarnos en colectividad para descomponer estrategias individualistas con las que se ha formado nuestra subjetividad, porque es importante una pertenencia colectiva para la revolución. Habrá que pensarnos como un “nosotros” éste entendido como un común, como una comunidad, un nosotros atravesado desde la diferencia.  Tomar consciencia, entonces, que  la vida es un bien común que compartimos y que debemos preservarla.

Finalmente, aunque pareciera que cuando pensamos no estamos haciendo nada, teorizar lo que pasa ahorita puede contribuir a hacer una fisura al poder. Porque la reflexión despierta consciencias, aquellas que están sedadas por el sistema. Sistema que no sólo está terminando con nosotras, sino también con la misma Tierra.

Silvia L. Gil mencionó que parece que nos encontramos en una lógica de “sálvense quien pueda” ¿qué es, entonces, lo que está pasando para que pareciera que la vida ya no nos importa? Por eso estos espacios no sólo son necesarios, son urgentes. Pues estos ejercicios de compartir, de dialogar, de construir redes, no nos dejan igual que antes de pasar por ellos. El amor, la escucha, el acompañarnos son necesarios para que no cese la esperanza.

Ildelisa Mayanín Cazares

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